El fenómeno de la convivencia escolar es complejo desde siempre, donde hasta hace años atrás la convivencia en la escuela estaba determinada por el modelo de la disciplina, desde donde se expresaba el conflicto como orden o desorden, buena o mala conducta del estudiante, construyéndose reglamentos sancionadores para la regulación de la dinámica escolar, es decir, el foco estaba en enseñar a obedecer, el error era considerado castigo, las normas un decreto y la comunicación era unidireccional, centrada en los adultos y no en los estudiantes.
Como Colegio Miguel Cruchaga Tocornal (MCT), el año 2020 realizamos una transición desde el paradigma del modelo de la disciplina, hacia el del modelo de la convivencia formativa. Este cambio fue clave, modificando el departamento de inspectoría por uno de convivencia, compuesto por encargados y agentes de convivencia escolar que cuentan con el apoyo de una dupla psicosocial. Esto no significa que las normas dejan de ser importantes, pues, las personas ya sean mayores o menores requieren de éstas para desenvolverse en la sociedad, no obstante, la manera en que se perciben, construyen o aplican es diferente, considerando al niño un ser activo y protagonista de su crecimiento.
Pero ¿Qué significa esto?
Específicamente es que como Colegio, el objetivo principal es profundizar en los procesos interpersonales de los estudiantes, donde el error y el conflicto son una oportunidad de crecimiento para el estudiante, familia y educadores; la comunicación es multidireccional, priorizándose lo educativo afectivo por sobre lo punitivo, es decir, a través del acompañamiento en el proceso socioeducativo, no sólo en la actividad enseñanza-aprendizaje, sino que también apoyando el mundo afectivo, emocional, social y actitudinal, reforzando el desarrollo de consciencia acerca de los propios actos y decisiones. Para esto, el colegio cuenta con espacios físicos, existiendo una oficina de convivencia escolar equipada para trabajar concretamente dificultades emocionales, sociales y conductuales de los estudiantes, existiendo un clima de confianza para que así el niño cumpla un rol activo en el pensar, sentir y actuar. Además, existe una psicóloga y trabajadora social capaz de acoger y orientar a los niños, familias y educadores, es decir, el estudiante es visualizado como un ser holístico.